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En los últimos tiempos han salido del armario de la bipolaridaduna larga lista de famosos. Entre otros, figuran Catherine Zeta-Jones, Demi Lobato o Mel Gibson, que se suman a un amplio elenco de personajes históricos, tales como Alejandro Magno, Goya o Lady Di.
Este hecho ha traído a la actualidad una patología que, a juicio de expertos como José Manuel Montes, jefe de psiquiatría del Hospital Universitario Sureste de Madrid, es «grave, crónica y recurrente», pero no debe relacionarse con actitudes violentas. Muy al contrario, es más fácil que los aquejados se conviertan en «víctimas que en agresores», según Ana González-Pinto, jefa de psiquiatría clínica del Hospital Universitario Santiago Apóstol, de Vitoria.
Si celebridades como las señaladas, películas de cine como El lado bueno de las cosas y series de televisión como Homelandestán contribuyendo a fomentar una percepción distinta de la bipolaridad, lo que ayuda a desestigmatizarla, datos facilitados por los expertos asistentes al 12.º Seminario Lundbeck Trastorno Bipolar, titulado Ánimo sin control, celebrado en Ibiza, desvelaron que en España hay en torno a un millón de personas afectadas por esta enfermedad mental, y casi la mitad lo desconocen porque no han sido diagnosticadas correctamente. En este grupo están el 30 % de los jóvenes a los que se calcula que le han prescrito depresiones cuando en realidad son trastornos bipolares.
Difícil de detectar
Los desaciertos en la detección del trastorno bipolar se deben más a su evolución que a los errores médicos, puesto que es difícil de descubrir en sus primeros estadios. Afecta a ambos sexos por igual, se considera una enfermedad familiar, ya que tiene un componente genético del 60 % en la mayor parte de los casos, y aunque se nazca predispuesto a sufrirla puede declararse en cualquier momento de la vida, «pero lo más frecuente es que comience antes de los 30 años», explicó Ana González-Pinto.
Nacer con la alteración genética a la que se atribuye eltrastorno bipolar no significa que la persona vaya a padecer la enfermedad, pero hay hábitos de vida que pueden estimularla, como el consumo de alcohol y drogas.
En el seminario organizado por Lundbeck también intervino Anabel Martínez Arán, especialista en psicología clínica del Hospital Clínic de Barcelona, quien explicó que es fundamental en los pacientes prevenir las recaídas, ya que estas tienen un efecto tóxico en el cerebro: «Cuantos más episodios presente un enfermo, mayor es el riesgo de que se incrementen las dificultades cognitivas», afirmó.
La buena noticia es que el tratamiento farmacológico ha avanzado tanto que un paciente que respete la medicación puede acabar llevando una vida normal, ayudado, eso sí, de ejercicios de atención, recuperación del hábito de la lectura y organización y planificación del tiempo, entre otros estímulos.

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