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Países como México, Venezuela y varios estados de Brasil tienen enormes dificultades para contener una criminalidad endémica que se nutre de las desigualdades sociales y del tráfico de drogas. Esas formas de violencia reemplazaron a los crímenes de Estado y las acciones de las guerrillas de los años 1970-1980.
Únicamente en México, la violencia vinculada a los cárteles del narcotráfico ha provocado más de 70.000 muertos desde 2006, según datos oficiales.

Según Antonio Mazzitelli, representante de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y la Criminalidad (ONUDC) en México, las causas económicas están en el centro del recurso a la violencia en el continente.
“El desarrollo económico y social de estos últimos 30 años comportó profundas desigualdades, lo que constituye uno de los elementos que explican la violencia” y el recurso al tráfico ilegal, afirma, y explica que “aquellos que no se pudieron beneficiar de esas oportunidades económicas encontraron en los mercados paralelos el medio de enriquecerse a través de las redes criminales”.
Observadores señalan que una democratización mal asimilada ha debilitado las instituciones y las fuerzas de seguridad en muchos países, dejando el campo libre a los grupos del crimen organizado y a sus “narcodólares”.
Aldo Panfichi, sociólogo en la prestigiosa Univeridad Católica de Lima, también destacó los escasos medios de que disponen algunos Estados y la frecuente corrupción.
Finalmente, entre los elementos que permitan comprender la violencia en el continente, varios expertos apuntan a una historia y una cultura impregnadas de conflicto y dominación.
Además de la violencia emprendida por las guerrillas, las bandas criminales y los cárteles de traficantes, también existe en América Latina una violencia cotidiana: criminalidad en los barrios pobres de las grandes ciudades, violencia contra las mujeres en América Central, conflictos por la propiedad de la tierra en Brasil y Paraguay, motines y asesinatos en las cárceles venezolanas, brutalidad en los conflictos sociales en Bolivia y Argentina, abusos y prepotencia policial en Chile, etc.
Tanto en las favelas brasileñas y venezolanas como en el campo paraguayo y colombiano, en México, América Central y la Amazonia, los conflictos terminan muchas veces en baño de sangre.
En una reciente publicación, el universitario francés Pierre Salama, especialista en América Latina, subrayó que “las causas del aumento y la disminución de la violencia son múltiples y se entrecruzan”.

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