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La oposición en Egipto ha presentado un ultimátum al presidente Mohamed Mursi; o este martes él presenta su renuncia o en toda la república comenzaría una campaña general de desobediencia civil.
El 30 de junio, en el aniversario de la toma de posesión del presidente, en El Cairo y otras ciudades egipcias se llevaron a cabo multitudinarias manifestaciones de protesta, las cuales derivaron en enfrentamientos armados entre los partidarios y los opositores al poder actual. Por ahora ya hay catorce muertos y cientos de heridos, pero los expertos temen que esto es solo el inicio de un nuevo clímax de la guerra civil.
En respuesta al llamado de Mursi para llevar a cabo un diálogo nacional y su reconocimiento de que en el primer año de trabajo en el puesto de presidente se cometieron algunos errores, los que está dispuesto a subsanar, sus detractores han señalado que no buscarán ningún compromiso, al contrario, amenazan con soliviantar al pueblo y repetir la historia de hace dos años. Estas han sido las declaraciones a La Voz de Rusia del secretario general del partido socialista egipcio, Ahmed Shaaban:
—De hecho, ahora se está produciendo la segunda ola de la revolución egipcia, la cual comenzó a inicios del año 2011. Aquellos hechos han provocado que el poder fuera tomado de facto por los Hermanos Musulmanes. Hablando metafóricamente, la revolución la hicieron unos y sus frutos los disfrutan otros. Este giro de los acontecimientos se produjo a resultas de una conspiración entre los Hermanos Musulmanes y el Consejo Militar Supremo del país con el apoyo de EEUU. Este régimen ni logra hacer frente a la situación, ni ha resuelto aquellos problemas que provocaron la caída de Mubarak. Los Hermanos Musulmanes han comenzado la islamización del país, poniendo a sus acólitos en todos los órganos del estado, al mismo tiempo no han sido capaces de sacar al país de la crisis económica que sufre y tampoco han sido capaces de resolver los ingentes problemas sociales y políticos que están aún sobre la mesa.A pesar de que formalmente Mohamed Mursi ha dejado de pertenecer a los Hermanos Musulmanes, su nombre se sigue relacionando con los islamistas. El lunes, la sede de los Hermanos Musulmanes en El Cairo fue atacada por los partidarios de la oposición. Precisamente entre los islamistas está la base social que apoya a Mursi. Ellos llaman a los revolucionarios “enemigos de la revolución” y ante las críticas sobre la gestión del gobierno actual, responden que el presidente lleva en el cargo solo un año y que es muy poco tiempo para cambiar radicalmente la situación. Sin embargo, cuando hacen las promesas de que todo estará en orden y solo es necesario esperar un poco, el pueblo egipcio ya no las cree, nos señala el analista del Instituto ruso de estudios estratégicos y análisis, Serguéi Demidenko:
—En Egipto hay una situación económico social tan compleja, tal enorme cantidad de problemas complicados, provocados sobre todo porque la mitad de la población vive por debajo del umbral de pobreza, que se puede estar hablando bastante y mucho rato sobre por qué en un año no se ha podido hacer nada, pero igual ellos esperaban que las nuevas autoridades mejoraran sus condiciones de vida. Las nuevas autoridades no están en condiciones de poder hacer esto, el problema radica en que el Partido de la Libertad y la Justicia, y basta solo con analizar su programa, no prevé ninguna posibilidad para el mejoramiento de la vida de la población. Su programa es puro populismo.Como resultado de este año a las riendas del Gobierno, Mohamed Mursi ha comenzado a perder partidarios. El movimiento opositor juvenil Bunt, en un período de tiempo muy corto, ha sido capaz de reunir veintidós millones de firmas a favor de una iniciativa para promover la realización de elecciones presidenciales anticipadas. Esto es casi el doble de los votos que reunió Mursi en las elecciones. Su victoria, de hecho, no fue muy convincente, subraya la profesora de la cátedra de estudios orientales del Instituto estatal de relaciones internacionales de Moscú, Marina Saprónova:
—El principal problema radica en que el actual presidente de Egipto, Mohamed Mursi, desde el inicio de su mandato, no disponía de mucha credibilidad para llevar a cabo su política. El ganó en las elecciones por la mínima, teniendo poquísimo más del cincuenta por ciento de los votos, lo que nos muestra que la sociedad egipcia está dividida a la mitad, por un lado los que apoyan a Mursi y por el otro quienes están en su contra.En la situación actual, están completamente justificados los temores de que el derramamiento de sangre en Egipto continuará. El Ejército, por ahora se mantiene neutral, sin embargo, en opinión de los expertos, si la oposición y las autoridades no son capaces de llegar a un acuerdo en un período de tiempo más bien corto, en este diálogo tendrán que inmiscuirse los generales, y como es sabido, con ellos, los diálogos son muy cortos.

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