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Cómo se rinde tributo a un gran texto, a un señor actor y a toda una época cultural que transcurrió en La Tea, legendario espacio en el Viejo San Juan.
Quizás reponiendo una obra emblemática de la época usando tu capacidad actoral al máximo.

Así que desde hoy jueves 18, a las 8:30 p.m., se mantendrá por dos fines de semana seguidos en la Sala Experimental del Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré, en Santurce, el monólogo basado en el cuento de José Luis González de igual nombre, La noche que volvimos a ser gente.
Carlos Esteban Fonseca llevará la voz cantante en la pieza con la que celebrará la vida de un actor nuestro que decenas de veces lo realizó con su particular estilo, Miguel Ángel Suárez. Carlos Miranda dirige la puesta.
La noche que volvimos a ser gente retoma un apagón que ocurrió en la década de los sesenta en Nueva York y cómo lo enfrenta un puertorriqueño que fue a buscar allá el sueño americano.
La vigencia es palpable: seguimos emigrando a Nueva York -entre otros destinos en los Estados Unidos- y descubriendo en algún momento de la vida que podemos ser, más que autómatas, “gente”.
“El puertorriqueño de hoy está mucho más acostumbrado a la vida neoyorkina pero en 1970, que es cuando este hombre cuenta lo que pasó en 1965, vemos puertorriqueños de primera generación que vivían allá con ese deseo de guardar lo nuestro más fuerte. Ese puertorriqueño iba allá con el interés de hacer dinero para regresar. No podemos olvidar que ese ser humano, aunque no lo menciona directamente en la obra, tiene ese deseo latente de ‘hacer chavos pa’ volver’, la frase famosa”, destaca Fonseca.
El director Miranda, de otra parte, recuerda que esa idea impulsa muchos textos de nuestra literatura. “Seguimos buscando fortuna”, compara.
“Está la nostalgia de la época y se recrea”, indica el director, “y la idea de la producción de hacerlo en La Tea trae otra nostalgia diferente. Cuando escuchas el texto te das cuenta de que todavía se puede escuchar, sigue vigente para nosotros”.
Resalta, además, que quizá la relación que hoy tienen algunos latinoamericanos con Nueva York es la que se refleja en el personaje de González.
Durante el estudio del personaje, Fonseca se planteaba cómo ser el protagonista y resultar creíble. Como sucede con los amigos en la vida, tenían similitudes y diferencias.
“Hay un asunto político de por medio”, aclara, “él ama la puertorriqueñidad simplemente porque lo es, por la añoranza de vivir en los arenales de Salinas, por sus viejos que están en Puerto Rico pero no precisamente por un amor patrio que tenga que ver con emancipación. Este tipo podría no tener una ideología clara y eso choca conmigo que soy independentista hasta el último espacio de mi ser”.
Para mitigar la diferencia el veterano actor recordó “los muchos seres humanos que tienen ideologías políticas diferentes a la mía, que quiero mucho y me han demostrado mucho amor”.
“Todo eso tiene que ir por encima de las ideologías, puede ser algo bueno sin estar conectado a pensamientos políticos”, agrega el actor.
Antes que el director se sumara al proyecto, ya los productores de la compañías Producciones Acrópolis y El Taller de los Gatos que presentan esta obra habían decidido recrear La Tea como escenario.
Prepárese. Allí está el letrero de la calle San Justo, la vellonera, las mesas y sillas rústicas en madera y hasta la famosa tiziana, “el trago que preparaba Abelardo”.
“En esa época si eras actor ibas a La Tea, era como un rito de iniciación”, rememora Miranda.
Fonseca cuenta que mientras se hacía un espectáculo en el espacio en el que se vendían bebidas alcohólicas, “no se servía un trago, no se permitía un comentario y no había que decirlo; era una ley no escrita porque funcionaba como teatro”.
“Entonces volver a la época de La Tea, de alguna manera, es volver a ser gente”, propone Fonseca.
Un aire a Miguel
Precisamente en el lugar en el que los mejores artistas y cantantes de la época se presentaron en su escenario, Fonseca vio este monólogo. Miguel Ángel Suárez dominaba el texto.
Nunca olvidó una línea pronunciada con el particular estilo de Suárez: “era como si todos los cocuyos del mundo se hubieran reunido allá arriba”.
“Yo me dije, ‘quiero hacer eso algún día en mi vida’. Fue algo que se me quedó para siempre”, recuerda el protagonista.
Ahora aplaude de nuevo esa caracterización con su versión. Se la regala.
“Todo es un homenaje a Miguel, me muevo como él, hago algún gesto que hubiera hecho. Pensaba hacerlo más cercano a él y Carlitos (el director) me lo viró patas pa’ arriba. Me dijo ‘tienes que hacer esto como tú’ y me hizo entender que el mejor homenaje es hacer algo completamente distinto”, señala Fonseca.
¿Por qué de ese modo? “Porque si Miguel Ángel estuviera aquí no hubiera permitido que ninguno de nosotros hiciera esto como él. Siempre defendía que hicieras las cosas a tu estilo”, declara Miranda.
La obra cuenta con diseño de iluminación de Quique Bennet quien muchas veces trabajó luces en La Tea, “con latas de jugo de piña y pasta de tomate”.
“Y te digo que esta es otra cosa totalmente diferente”, dice sobre la puesta mientras señala con la mano, a vuelta redonda, la sala Carlos Marichal y la escenografía de la que se ocuparon José Luis Gutiérrez y Wendell Agosto.
Luego de agradecer a Brenda López de Victoria, Aníbal Rubio y Sofía de la Cruz -todos del equipo de producción- el protagonista hace una pausa.
“Y gracias también a Miguel Ángel Suárez”, dice casi como saldando una deuda.

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