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Imaginen la escena, cualquier mañana de 

domingo, en un camino de montaña. Un 

corredor adelanta a un caminante y, 

mientras levanta educadamente la mano 

para 

saludar, piensa: "a tres por hora, la salud no mejora". El caminante, por su parte, 

contesta educadamente al saludo y piensa: "correr sin mesura, lesión segura".

¿Cuál de los dos dirían que tiene razón? Para la salud, ¿es mejor correr o caminar

La respuesta, según los escasos estudios científicos que han analizado esta cuestión 

y según los especialistas entrevistados para este reportaje, es que depende. 

Depende de qué aspecto de la salud se quiera cuidar y depende del estado físico y de 

las preferencias de cada persona. Lo que es mejor para una persona físicamente 

activa, que dispone de poco tiempo y que disfruta de descargas masivas de 

endorfinas no será lo más adecuado para otra persona que ha llevado una vida 

sedentaria, que tiene sobrepeso y a quien el médico acaba de recomendar que haga 

ejercicio. 

Si se mira únicamente la salud cardiovascular, tanto correr como caminar son 

altamente beneficiosos, según un estudio que ha analizado datos de más de 33.000 

corredores y 16.000 caminantes de EE.UU. sobre un periodo de seis años. El estudio, 

liderado por el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley de California, es el más 

amplio que se ha realizado hasta la fecha comparando los beneficios de los dos tipos 

de ejercicio. Según los resultados presentados en abril en la revista Arteriosclerosis, 

Thrombosis and Vascular Biology, los beneficios cardiovasculares de correr y de 

caminar son similares si la distancia recorrida es la misma. 

"Si uno piensa en clave calvinista -cuanto mayor es el esfuerzo, mejores son los 

resultados-, creerá que correr es más beneficioso", ha declarado Paul Thompson, 

coautor del estudio, a la revista American Medical News. Y es cierto que, "cuanto más 

rápido se va, más rápido se obtienen resultados; pero ir a un ritmo lento y constante 

nos acaba llevando al mismo punto".

El estudio ha detectado que tanto correr como caminar reducen el riesgo de 

desarrollar hipertensión, exceso de colesterol, diabetes o una enfermedad coronaria 

en los seis años siguientes. El mayor beneficio se observa con el riesgo de diabetes, 

que se reduce alrededor de un 12% con ambas actividades. Para el colesterol, la 

hipertensión y la enfermedad coronaria, es un poco mejor caminar (con una 

reducción de riesgo de entre 7% y 9,3%) que correr (entre 4,2% y 4,5%).


Pero en ambos casos el beneficio aumenta cuanto mayor es la distancia recorrida. "Si 

el gasto de energía es equivalente, un ejercicio moderado como caminar y un ejercicio 

vigoroso como correr producen reducciones de riesgo similares", concluyen los 

investigadores. Estos resultados demuestran que uno no necesita esforzarse en ir 

muy rápido para reducir de manera significativa su riesgo cardiovascular.

Dado que cuando se corre se suele consumir aproximadamente el doble de energía 

que cuando se camina, "para conseguir los mismos efectos, hay que pasar el doble 

de tiempo caminando que corriendo", explica Enric Subirats, especialista en medicina 

interna del hospital Transfronterer de Puigcerdà. "Una buena opción es correr los 

días que tenemos poco tiempo y caminar los días que tenemos más".

Un caso particular es el de las personas con exceso de peso, especialmente si no 

están acostumbradas a practicar actividad física, advierte el cardiólogo Josep 

Brugada, director médico del hospital Clínic. En estos casos recomienda "primero 

caminar; después, a medida que mejora el estado físico, se puede iniciar un trote 

suave e ir aumentando el ritmo progresivamente".

Brugada recuerda que, para un máximo beneficio cardiovascular, conviene alcanzar 

entre 120 y 140 pulsaciones por minuto durante 45 minutos. Por lo tanto, si se prefiere 

caminar que correr, conviene hacerlo a un ritmo lo bastante vivo para ejercitar el 

sistema cardiorrespiratorio.

Más allá de la salud cardiovascular, cuando se analiza cómo afecta la actividad física 

a las articulaciones, "no hay duda que caminar es mejor que correr", señala el 

traumatólogo Rafael González-Adrio, especialista en rodilla y cadera y director de la 

Adrio Clínic en el centro médico Teknon. González-Adrio recuerda que al correr las 

articulaciones de las piernas soportan una carga de entre dos y tres veces el peso 

corporal a cada paso. Lo cual explica que las personas que corren tengan un riesgo 

más alto de desarrollar artrosis al cabo de los años que las que caminan.

Pero si, en lugar de centrarse en las articulaciones, se analizan los efectos sobre el 


estado de ánimo, correr parece ser mejor que caminar. Ambos ejercicios mejoran el 

riego sanguíneo del cerebro, favorecen el rendimiento intelectual, ayudan a preservar 

la memoria en personas mayores y reducen el riesgo de ictus y de alzheimer. Sin 

embargo, las actividades físicas intensas y sostenidas, como correr, proporcionan 

una sensación de bienestar psicológico -el runner's high, o euforia del corredor- a la 

que no se puede acceder caminando. "Tengo pacientes con artrosis de rodilla que 

siguen corriendo porque para ellos tiene un efecto antidepresivo", explica el 

reumatólogo Jordi Monfort, del hospital del Mar. "Caminar sería mejor para sus 

articulaciones, pero no les proporciona el mismo bienestar".

De modo que, una vez vistos los argumentos a favor y en contra de caminar y de 

correr, ¿cuál de los dos protagonistas de la primera escena dirían que tiene razón, el 

caminante o el corredor? La conclusión que se desprende del estudio del Laboratorio 

Nacional Lawrence Berkeley es que se puede elegir. Para quien prefiera caminar, está 

bien caminar. Para quien prefiera correr, está bien correr. Ambos son igualmente 

beneficiosos. Y cualquiera de los dos es mejor que quedarse sin hacer nada.


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