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Cuando se estrenó, la película ``Twister'' con la actriz Helen Hunt presentó una fantástica idea de ciencia-ficción: enviar sondas a tormentas para determinar cuáles pudieran tornarse mortíferamente violentos, pero eso ya es una realidad.
Científicos de la Universidad Estatal de Oklahoma están desarrollando y construyendo aviones no tripulados reforzados con Kevlar para volarlos al centro de los tornados más fuertes y enviar datos instantáneamente a meteorólogos y personal de socorro.

``Tenemos todos los elementos necesarios que hacen de este lugar el perfecto para realizar el estudio'', dijo Stephen McKeever, secretario de ciencia y tecnología de Oklahoma. ``Tenemos el mejor laboratorio natural en el mundo''.
Oklahoma es el corazón del Corredor de los Tornados y ha emergido vapuleada, pero en pie, de siete tornados con vientos superiores a los 320 kilómetros por hora, empatado con Alabama con la cifra de más tormentas EF5 registradas.
El tornado del 20 de mayo en Moore, en el que fallecieron 24 personas, fue una de esas. El Centro Meteorológico Nacional, con sus laboratorios y el Centro de Pronóstico de Tormentas, tienen su sede central en Norman, pero los estudios se realizan en todo el estado.
Si todo sale como está planeado, los aviones no tripulados de la universidad detectarán la formación del tornado basados en datos de humedad, temperatura y presión colectados mientras vuelan por la tormenta, detalles críticos que pudieran incrementar varias veces el tiempo de adelanto de los pronósticos meteorológicos.
Los aviones estarán equipados además para hallar respuestas a las interrogantes más urgentes de los meteorólogos.
``¿Por qué una tormenta desata un tornado y otra no? ¿Por qué un tornado se vuelve un EF1 y otro un EF5?'', preguntó Jamey Jacob, profesor de la Facultad de Ingeniería Mecánica y Aeroespacial de la universidad de Oklahoma.
Los aviones pudieran operarse en unos cinco años, estiman los diseñadores, pero existen limitaciones para el uso inmediato de la tecnología, incluso regulaciones de la Administración Federal de Aviación que determinan en qué áreas pueden volarse esos aparatos en el espacio aéreo estadounidense.
Las regulaciones de la agencia además requieren que los operadores de esos aviones los puedan ver físicamente en todo momento, lo que limita el rango a unos pocos kilómetros.
Los científicos en el proyecto buscan los mismos permisos que las fuerzas armadas, donde los operadores no tienen que ver los aviones todo el tiempo y pueden ver datos enviados vía satélite.
Las máquinas, que pesarán unos 22 kilogramos, son controlados por los operadores desde una laptop o una tableta, a una fracción del costo de un avión tripulado y son más confiables que globos meteorológicos enviados para tratar de determinar cómo progresará una tormenta.

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