Turquía se ha convertido en el destino favorito de parejas de Oriente Próximo, Europa del Este e incluso Estados Unidos que necesitan la técnica de fecundación in vitro para poder tener hijos.
El secreto del éxito: una tecnología puntera comparable a la de los mejores centros europeos o norteamericanos, a unos precios hasta cinco veces inferiores... y un ambiente acogedor.
“Hace cinco años que mi marido y yo queremos tener hijos, y aunque los dos somos fértiles, resulta que sólo podemos conseguirlo mediante la fecundación asistida, un tratamiento que en Estados Unidos cuesta unos 16.000 dólares para una única vez”, explica a Efe Sarah Flores Sievers, directora de un programa de salud pública en Santa Fe, la capital de Nuevo México.
“Nos quedamos ante el dilema: ¿pagamos la hipoteca y las facturas o tenemos un bebé?”, resume Sievers. Incluso algo tan sencillo como la inyección vaginal de esperma, según apunta su marido, Fletcher Sievers, cuesta entre 2.500 y 3.000 dólares en Estados Unidos.
Por este precio, un paciente tiene en Turquía acceso a las tecnologías más avanzadas de fecundación in vitro, con tasas de éxito elevadas, entre el 50 % y 55 %, asegura Bülent Tiras, médico jefe de la unidad de tratamientos de fertilidad en el hospital Acibadem de Estambul.
La mayoría de sus pacientes son turcos, pero Tiras estima que alrededor del 10 o 15 % llegan ya del extranjero, la mayoría de Europa del Este y de los Balcanes, donde la tecnología está menos desarrollada, además de los países árabes y de Asia central.
Pero también hay parejas de Europa occidental y cada vez más estadounidenses, señala Burcu Dagistanli, especialista de Servicios Internacionales en el hospital Anadolu de Estambul, el centro escogido por Sarah y Fletcher Sievers.
Sobre todo en Estados Unidos, el nombre de Turquía aún “suscita algo de desconfianza porque es un país islámico, a veces tienen miedo, me preguntan por el terrorismo... Pero una vez que vienen, nadie se arrepiente, están muy a gusto”, relata Dagistanli.
El hospital no se anuncia en el extranjero, pero las noticias se difunden rápidamente entre las parejas que buscan vías de cumplir su deseo de maternidad y el boca a boca tras un embarazo logrado es la mejor publicidad, asegura.
Sarah buscó bastante en Internet, antes de dar con Estambul, confiesa. “Contacté con centros en Tailandia, India, México, España, República Checa ... y finalmente Turquía. Al ver los precios, nos dimos cuenta de que, incluyendo los billetes de avión, medicamentos y tratamientos, podíamos venir tres veces aquí por lo que cuesta una sola vez en Estados Unidos”, resume.
Los precios apenas varían entre los diferentes hospitales consultados: se mueven en torno a los 2.500 dólares, a lo que hay que añadir los medicamentos que, dependiendo de cada mujer, pueden oscilar entre los 700 y los 1.800 dólares. En total, el precio de la esperanza no supera los 4.000 dólares.
A diferencia de lo que ocurre en algunos países europeos, como Italia, la legislación turca no pone barreras a la fertilización in vitro, confirma Bülent Tiras. Eso sí, hay una condición inexcusable: la pareja debe estar casada.
Una norma algo incoherente, cree Hakan Kozinoglu, un médico turco especialista en tratamientos de fertilidad, dado que ninguna ley impide tener hijos sin casarse, ni tampoco se penaliza el adulterio.
Sin embargo, el requisito del certificado de matrimonio impide a las mujeres solteras acceder a este tratamiento y descarta asimismo cualquier opción de utilizar donaciones de esperma, se lamenta.
Los servicios de “bebés de probeta”, como la sección se llama en los hospitales turcos, suelen estar siempre al completo, asegura Dagistanli, cuyo departamento se ha creado para atender a los pacientes extranjeros y aclarar las dudas que puedan tener.
“El tratamiento exige mucha atención psicológica y además empieza antes de venir: la mujer debe tomar la píldora y hacerse algunas pruebas para llegar al hospital en el momento óptimo, y durante este tiempo de preparación estamos siempre en contacto”, señala la especialista.
El Anadolu ofrece a los pacientes incluso una residencia en el jardín del propio recinto para las dos semanas que dura el proceso, aunque Sarah y Fletcher han preferido buscarse un apartamento más céntrico por su cuenta, para disfrutar de la ciudad.
“Nada es cien por cien garantizado: si funciona, genial, y si no, simplemente hemos tenido unas vacaciones maravillosas”, resume la joven norteamericana.
Y si a la primera falla, añade, siempre cabe volver a intentarlo. “Ya tienen mis óvulos congelados, será más fácil”. Y de todas formas, confiesa, “a Estambul hay que volver sea como sea”.
0 التعليقات Blogger 0 Facebook
Publicar un comentario