El deterioro de la función renal, en la mayoría de los casos, se desarrolla en las personas de forma lenta, progresiva y asintomática. Sin presentar ningún malestar evidente de enfermedad.
Es por ello que el diagnóstico de anormalidades en el funcionamiento de los riñones suele generar asombro entre los pacientes y sus familiares, explica la nefróloga, Belén Arteaga, quien advierte que cuando síntomas como náuseas, inapetencia y cansancio se hacen evidentes, generalmente los daños en los órganos responsables de eliminar las toxinas de la sangre son irreversibles.
La especialista indica que la insuficiencia renal se divide en dos categorías: aguda y crónica. La primera se genera de forma repentina en casos de accidentes que conlleven a una pérdida importante de sangre o luego del consumo de sustancias dañinas para los riñones. Mientras que la segunda, con frecuencia resulta como consecuencia de cualquier padecimiento que produzca una pérdida gradual de la función renal, como es el caso de la diabetes y la hipertensión.
“Las personas que sufren alteraciones en los niveles de azúcar en la sangre o que se les incrementa su presión arterial, son más propensas a padecer esta enfermedad, que avanza de manera paulatina y silenciosa”. Por ello, es recomendable que la persona se realice anualmente una prueba de sangre y un examen de orina, para descartar problemas en los riñones y, en caso de detectarse, aplicar un tratamiento oportuno.
Arteaga, recalca que el factor riesgo también prevalece en las personas obesas, mayores de 55 años, sedentarias y con antecedentes familiares de enfermedades renales. Al igual que incide el exceso de sal, carnes rojas y la ingesta de alcohol y/o tabaco, hábitos que generan un esfuerzo del riñón que puede lesionarlo.
“No se trata de prohibir los alimentos altos en grasa animal, sino de limitarlos porque éstos incrementan el riesgo de alteraciones renales y fuerzan a los riñones a trabajar más de lo debido. Por eso se recomienda las carnes blancas y el pescado, muchas frutas y verduras, utilizar aceite de oliva y evitar los lácteos ricos en grasas”, afirma.
Estudios científicos señalan que la mala alimentación ayuda al avance de la enfermedad renal crónica que es irreversible, y la única solución es un trasplante de riñón o someterse a diálisis para toda la vida. En ambos casos los tratamientos son costosos. Además, se recomienda el alto consumo de agua, que ayuda a estos órganos a filtrar la sangre y a eliminar las sustancias de desecho a través de la orina.
En otro aspecto, la jefa del Servicio de Nefrología del Hospital de Niños Dr. J.M. De Los Ríos en Caracas, aclara que las enfermedades renales no afectan solamente a mayores, también a menores con problemas congénitos y/o anatómicos; bien sea al momento del nacimiento o más adelante. Asimismo, afirma que existen otros casos que se originan a partir de infecciones urinarias. “Muchos de estos problemas se diagnostican antes de que los bebés nazcan a través de pruebas prenatales de rutina y lo indicado es que se traten tempranamente”, concluye. (BM)
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