
Los bombones, como llama a los chocolates con cannabis que consume todas las noches, permiten que Yolanda -nombre ficticio para proteger su identidad- pueda levantarse al día siguiente sin dolor neuromuscular, fatiga, ansiedad, depresión, síntomas que le limitaban las actividades del diario vivir.
Sin embargo, la cura a sus males la cubre con un manto de secretividad. Esta secretividad obedece a que la marihuana está prohibida en Puerto Rico. De ser arrestada por poseer esta droga, pudiera cumplir tres años en prisión, tener que pagar una multa, perdería el empleo y se iría al suelo el aprecio que le tienen los vecinos, compañeros de trabajos y amigos.
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