
La historia se remonta a la antigua babilonia del siglo XIV aC. En aquellos tiempos los sacerdotes babilónicos crearon un sistema politeísta de varios dioses asociados a la astrología, tenían un dios para el Sol, otro para la Luna y otros para planetas y algunas estrellas. Dentro de ese sistema se tenían 37 dioses de los cuales el Sol era el principal.
En algún momento las creencias religiosas se mezclaron con las matemáticas y se le asignó un número a cada dios, empezaron en el 1 y llegaron hasta el 36. Al Sol, por ser el principal, le asignaron la suma de todos los demás, con lo cual: 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 + 8 + 9 + 10 + 11 + 12 + 13 + 14 + 15 + 16 + 17 + 18 + 19 + 20 + 21 + 22 + 23 + 24 + 25 + 26 + 27 + 28 + 29 + 30 + 31 + 32 + 33 + 34 + 35 + 36 = 666.
Para ellos, los dioses los habían creado y podrían destruirlos en cualquier momento, por lo que crearon una matriz conocida como cuadrados mágicos. Esta matriz era un tablero parecido al de ajedrez con 6 cuadros de cada lado. Ellos colocaban a sus dioses de tal forma que todos las líneas formadas siempre sumaran 111, de forma parecida a como funciona el sudoku actual. Evidentemente, la suma de todas las columnas o todas las filas también suma 666.
Este número se volvió un sinónimo de un dios todopoderoso capaz de destruir a la humanidad entre las religiones paganas previas al cristianismo. Cuando se escribió la Biblia se tomó esta referencia y se planteó como un sinónimo del mal. Nunca me imaginé que las matemáticas fueran las culpables.
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