Los cachalotes son mamíferos relativamente plácidos y han ocurrido muy pocos incidentes en tiempos modernos que indiquen lo contrario. Estos animales se alimentan principalmente de calamares y raramente atacan, solo lo hacen -aparentemente- cuando confunden a otros mamíferos con focas o presas.
En su libro publicado en 1839 sobre la historia natural de los cachalotes, Thomas Beale, un cirujano a bordo de un ballenero, describe al cachalote como “uno de los animales más tímidos e inofensivos, dispuesto a escapar de cualquier cosa que tenga una apariencia inusual”.
No obstante, Richard Bevan, zoólogo y profesor de la Universidad de Newcastle, en Reino Unido, señala que la ballena puede recordar si fue atacada en el pasado.
“No tengo la menor duda de que un cachalote puede recordar si lo atacaron con un arpón y puede responder agresivamente si siente que está amenazado”, explica Bevan. “Por otro lado, una nave grande como es un ballenero tiene todo el aspecto de una gran amenaza, incluso para un cachalote adulto, por eso imagino que lo más probable es que al verlo, se aleje”.
Sin embargo, la literatura del siglo XIX parece indicar lo contrario: hay numerosas historias cuya trama gira alrededor del ataque premeditado de una ballena -o varias- a una embarcación.
¿Son acaso una respuesta a una amenaza, ocurren por hambre o como en la clásica novela de Herman Melville, se trata de un acto de venganza?
Cerebros gigantes
Descritos en ocasiones como leviatanes -unas bestias marinas que aparecen en el Antiguo Testamento- los cachalotes son en verdad criaturas de proporciones míticas.
Tienen los dientes más grandes de todas las ballenas y llegan a vivir más de 60 años. Pueden bucear a más profundidad que cualquier otro mamífero marino -hasta unos tres kilómetros- para cazar su manjar preferido: el elusivo calamar.
Sin embargo, lo que más sorprende es que tienen el cerebro más grande del planeta, uno que, de cierta manera, es más complejo que el de los seres humanos. Su corteza cerebral es más complicada que la nuestra y son criaturas sociales que establecen vínculos fuertes, permaneciendo en grupos estables, y creando relaciones que mantienen de por vida.
Lindy Weilgart, investigadora asociada del departamento de Biología de la Universidad Dalhousie, en Canadá, cree que “para recordar todas sus complejas relaciones familiares necesitan tener buena memoria”.
“Yo creo que un cachalote tiene la capacidad de agresión necesaria para atacar un barco, sobre todo una madre, si su hijo está amenazado”, explica Weilgart. “Sé que los balleneros por lo general arponean a ballenas jóvenes, pero las mantienen vivas para atraer al resto del grupo familiar que viene en su ayuda. Luego arponean a las adultas”, dice, una práctica “particularmente cruel”.
Pero para Bevan, “si bien los cetáceos tienen cerebros grandes, esto está vinculado a su capacidad para procesar sonido y no tiene que ver, necesariamente, con la inteligencia”.
Si pueden o no sentir emociones, como el deseo de venganza, es un tema que está en disputa.
El hombre, su depredador
Investigaciones recientes muestran que las ballenas son conscientes de sí mismas, sensibles y más inteligentes de lo que se pensaba. Pueden sentir dolor y sufrir, y por lo tanto tienen potencialmente cierto nivel de función cognitiva. También se cree que pueden experimentar sentimientos de amor.
Los cachalotes no tienen muchos depredadores. Se sabe que han sido atacados por orcas en el pasado y, en ocasiones, por tiburones. Pero desde principios de 1700 el depredador más importante es el homo sapiens.
La caza de ballenas era un negocio lucrativo en el siglo XIX, debido a que su aceite era muy valioso. Este se utilizaba como combustible para lámparas y para fabricar velas y jabones.
Hacia mediados de 1800 había cerca de 900 barcos balleneros en altamar, cuyo destino final eran mayormente puertos en Estados Unidos. Cada viaje demoraba entre unos tres y cuatro años.
Para mediados del siglo XIX, el número de ballenas se estaba reduciendo rápidamente. Pero con el descubrimiento en 1859 de petróleo en Pensilvania, la industria ballenera de ese país desapareció casi por completo hacia el inicio de la Primera Guerra Mundial.
La caza de ballenas es ahora ilegal en casi todo el mundo, aunque todavía se practica en algunos países como Japón y Noruega, y la preocupación por el bienestar de estos mamíferos en cautiverio es un tema frecuente en los medios de comunicación.
El documental Blackfish -sobre una orca en cautiverio en el parque temático SeaWorld en Orlando, vinculada a una serie de muertes- da a entender que una ballena puede desarrollar un comportamiento psicótico si vive encerrada.
Cuando uno de los personajes de la novela de Melville le dice al capitán Ahab que Moby Dick no lo está buscando sino que es él quien está detrás de ella, es muy probable que le esté diciendo la verdad.
Si la ballena que atacó y hundió al barco estadounidense llamado Essex la noche del 20 de noviembre de 1820 lo hizo a propósito o no, es algo que nunca sabremos. Pero el rumor, fascinante por cierto, de su sed de venganza, vivirá por siempre.
BBC Mundo
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