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Cada pueblo tiene singularidades que lo caracterizan y llaman la atención del resto. 
El japonés, naturalmente, no es la excepción. El sitio web RocketNews24 destaca 
diez cosas de los japoneses que atraen por divertidas, raras o dignas de elogio. 

1. Cortesía. Los japoneses son muy educados. Uno de los más educados del mundo. 
Cuando un japonés pasa por delante de una persona o se cruza entre dos que están 
conversando, abre una mano, la eleva a la altura de su rostro y dice “sumimasen” 
(“disculpe”). En otros países la gente camina como si fuese dueña de la calle y el 
prójimo no existiera.
2. Gesto equívoco. Un gesto no significa lo mismo en todos los países. En Japón, es 
de mala educación hacerle señas a alguien con la palma vuelta hacia arriba o 
flexionando el dedo índice (traducido como “venga acá” en otros países), motivo por 
el cual los japoneses colocan la palma hacia abajo y mueven los dedos de manera 
pendular (arriba-abajo) para llamar a una persona. Un extranjero o alguien no 
familiarizado con el lenguaje corporal nipón puede interpretar el gesto como “largo” 
“váyase”, es decir todo lo contrario.
3. Parece borracho, pero no lo está. Cuando beben alcohol, muchos japoneses 
enrojecen intensamente. Alguien no avisado podría creer que están ebrios, por eso 
se sorprende al descubrir que en realidad están en sus cabales, conversando o 
comportándose de manera normal. El enrojecimiento se atribuye al rubor asiático, 
que se manifiesta debido a la falta de una enzima que participa en el metabolismo del 
alcohol.

4. Omiyage. Cuando un japonés viaja por vacaciones, retorna al trabajo cargado de 
omiyage (souvenir o recuerdo) para sus compañeros. Es un buen gesto. Sin 
embargo, a algunos japoneses la costumbre les puede resultar fastidiosa, ya que lo 
hacen no necesariamente porque así lo deseen sino por obligación. En todo caso, 
sea una molestia o no, la venta de omiyage en destinos turísticos japoneses es un 
gran negocio.

5. No es nada. Cuando le hacemos un regalo a alguien, nos podemos emocionar 
tanto como el agasajado, esperando que le guste el obsequio. Sin embargo, cuando 
los japoneses entregan un presente de inmediato resaltan que no es nada especial o 
que es una cosa aburrida, intentando minimizar su valor.

6. Hasta que prenden las luces. Solos los cinéfilos se quedan en una sala de cine 
hasta que culminan los créditos de una película y las luces se encienden. La mayora 
se pone de pie apenas acaba el filme. En Japón, la gran mayoría de espectadores 
permanece en su asiento hasta que aparece el último crédito. Algunos lo hacen 
porque lo consideran una señal de respeto a los artífices del filme (director, 
productores, actores, técnicos, etc.). Otros no se levantan porque no quieren ser los 
primeros en hacerlo. No faltan quienes esperan que las luces se enciendan para 
retirarse porque temen tropezarse si se mueven a oscuras.

7. Reverencia fantasmal. Los japoneses se inclinan en señal de respeto. Es casi un 
acto reflejo que practican incluso cuando no tienen ante quien arquear el cuerpo. Al 
menos no físicamente. Hay gente que lo hace mientras habla por teléfono. Se inclinan 
ante un interlocutor que obviamente no se percata de la reverencia, pero el gesto 
muestra cuán respetuosos pueden ser los japoneses.

8. Gárgaras. Hacer gárgaras sirve de poco o nada para evitar los resfriados o la gripe, 
pero esta costumbre está muy arraigada en Japón y se transmite de padres a hijos.
9. X. Los japoneses forman una X con los dedos o las manos para indicar que algo 
no está bien. En el extranjero una X puede ser interpretada como una incógnita, pero 
si se la hacen en Japón es para decirle que está haciendo algo incorrecto o prohibido.
10. Educados hasta en la lucha. Los japoneses son educados hasta cuando 
compiten. Y pocas circunstancias ofrecen más oportunidades para rivalizar 
ferozmente que el transporte público en hora punta. Ver a la gente batallando por un 
asiento o entrar en un tren puede ser todo un espectáculo. Los japoneses hacen fila 
ordenadamente en el andén. Nadie intenta ganarle el sitio al otro. Aunque el tren ya 
llegó y se puede subir, los usuarios no se zambullen en su interior. Esperan la señal 
para abordar. Cuando esta llega, pacientemente y en silencio siguen la fila, pero una 
vez que ponen un pie en el tren se apresuran a buscar un asiento o el mejor sitio. Sin 
embargo, aun en su apuro mantienen la compostura. No convierten la pelea por un 
buen sitio en una lucha de pulpos. 

(ipcdigital)

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