Una enorme proliferación de seres unicelulares marinos podría colapsar las gigantescas instalaciones desalinizadoras de todo el Golfo Pérsico, uno de los centros energéticos mundiales, lo cual haría insostenible la vida en la zona tal y como se desarrolla hoy en día.
¿Cómo puede una de las zonas más áridas del mundo ser una de las más prósperas? Allí donde hace unos años sólo había arena, polvo y dunas, ahora se levantan rascacielos, lujosas mansiones y paradisíacas islas artificiales. Los Emiratos Árabes Unidos, ubicados en el Golfo Pérsico, son una tierra de contrastes: del desierto a la opulencia, de la pobreza a su alrededor (Yemen, Irán, Omán) al derroche energético en su seno.
Sin democracia, sin límites, sin libertades, sin sistema social: la zona ha crecido gracias a la riqueza petrolífera de sus tierras y promueve enormes infraestructuras para hacer posible su ritmo de vida.
Dentro de todo ese delirio de ladrillo y magnates del ladrillo una única cosa puede tener más valor que el dinero: el agua. La región tiene la mayor concentración de desaladoras del planeta, gigantescas plantas que purifican el agua del mar hasta obtener algo mínimamente apto para consumo humano. A falta de ríos o yacimientos acuíferos propios, el inagotable recurso natural oceánico es la mejor alternativa para dar de beber a sus habitantes.
Sin embargo un problema con el que no contaban amenazan la subsistencia de la zona: una gigantesca marea roja que podría inutilizar esas gigantescas factorías de agua potable. Se trata de una descomunal proliferación de seres microscópicos que actualmente cubre por completo el Golfo de Omán y empieza a adentrarse en el Golfo Pérsico. La instantánea, que ha sido captado en toda su extensión por la Estación Espacial Internacional, tiene una visualización que magnifica la pigmentación de ese gigante construido por millones de seres diminutos y da una idea de sus dimensiones.
¿Cuál es el problema? Que esta hipermultiplicación de organismos de este tipo puede bloquear tuberías y turbinas de cualquier planta desaladora. Cuando ese fenómeno se produce en zonas turísticas -suele suceder con cierta frecuencia en California o el Golfo de México- produce a los bañistas, además de cierto rechazo por aquello de bañarse en aguas de color marrón rojizo, algunos problemas respiratorios por la mayor densidad del agua. Imagina lo que semejante marea roja puede hacer con las instalaciones construidas en la zona.
Preocupa, por ejemplo, qué puede pasar con el funcionamiento de la planta de Jebel Ali, la mayor del mundo, ubicada justo en el corazón de Dubai y que alcanza actualmente una producción de 300 millones de metros cúbicos de agua potable para la zona (más de un 5% del total mundial ella sola). En el horizonte, un gigantesco problema de supervivencia en una de las zonas más hostiles del mundo... donde sólo un inmenso caudal de dinero hace posible la vida como se conoce en la región.
Hasta aquí las preocupaciones, pero lo que se desconoce son las causas: generalmente este tipo de multiplicación anómala de microorganismos marinos se produce por causas naturales y espontáneas, y la posible solución no se antoja sencilla.
En realidad lo que se plantea es una guerra de efectos negativos. Si la marea roja colapsara la potabilización de agua, el impacto para uno de los mayores núcleos energéticos del planeta sería considerable. Pero si no lo hiciera, la desalinización masiva seguiría adelante con los terribles efectos ambientales que conlleva (por no hablar del gigantesco coste económico que tiene, lo cual no es hoy por hoy un problema para los jeques árabes). O la tonelada diaria de agua residual, cargada de salmuera, que se estima que devuelve cada día al mar, con un impacto brutal para la fauna marina de la región.
De hecho, la desalinización de agua no es ni actual (la ONU cifraba hace 24 años en 5.760 metros cúbicos diarios de agua desalada en la región, donde por aquel entonces había casi 1.500 plantas), ni tampoco una exclusiva de los Emiratos Árabes: cada año se desalan 5.000 millones de centímetros cúbicos de agua marina, lo cual no es un problema por la cantidad (tres cuartas partes de nuestro planeta están cubiertas de agua). Se hace regularmente en zonas de climas áridos en países prósperos, como sucede en el norte de Chile, por ejemplo.
¿Se disolverá la formación de fitoplacton igual que se formó? ¿Podrá el dinero hacer algo para frenar el proceso? Y si lo hace, ¿cuáles serán las consecuencias ambientales a largo plazo de la desalinización masiva en la zona? Se libra un nuevo capítulo de la guerra entre la naturaleza y el dinero... y casi siempre suele ganar ella.
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