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A la hora de realizar las compras familiares, ten en cuenta esta lista para que sepas cuántos años tardan en desaparecer o descomponerse los empaques y contenedores de muchos de los productos que consumimos.
El papel, compuesto básicamente por celulosa, dura un año en degradarse.

El chicle masticado se convierte por acción del oxígeno en un material duro que luego de cinco años comienza a resquebrajarse hasta desaparecer.

Diez años tarda la naturaleza en transformar una lata de refresco o cerveza al estado de óxido de hierro. Hace falta mucha lluvia y humedad para que el óxido la cubra totalmente.

Los vasos desechables de polipropileno contaminan menos que los de poliestireno -material de las cajitas de huevos-, pero también tardan diez años en transformarse.

Los envases de cartón para productos de larga duración pueden tardar treinta años en descomponerse. Sin embargo, estos contenedores no son tan tóxicos como se imagina. En realidad, el 75 % de su estructura es de celulosa, el 20% de polietileno puro de baja densidad y el 5 % de aluminio. Lo que tarda más en degradarse es el aluminio. La celulosa, si está al aire libre, desaparece en poco más de un año.

Las tapitas de botellas pueden parecer candidatas a una degradación rápida porque tienen poco espesor, pero no es así. Tardan treinta años en desaparecer. Primero se oxidan y poco a poco su parte de acero va perdiendo resistencia hasta dispersarse.

Los yesqueros desechables de acero y plástico pueden durar cien años en convertirse en otra cosa. El acero, expuesto al aire libre, recién comienza a dañarse y enmohecerse levemente después de diez años. El plástico, en ese tiempo, ni pierde el color. Sus componentes son altamente contaminantes y no se degradan. La mayoría tiene mercurio, pero otras también pueden tener zinc, cromo, arsénico, plomo o cadmio. Pueden empezar a separarse luego de cincuenta años al aire libre, pero se las ingenian para permanecer como agentes nocivos.

Las botellas de plástico son las más rebeldes a la hora de transformarse, pueden tardar de cien a mil años en perder su tonicidad, fragmentarse y disiparse. Enterradas, duran más. La mayoría está hecha de tereftalato de polietileno (PET), un material duro de roer: los microorganismos no tienen mecanismos para atacarlos.

Los corchos de plástico están hechos de polipropileno, el mismo material de los pitillos y envases de yogur. Se puede reciclar más fácil que las botellas de agua mineral (que son de PVC, cloruro de polivinilo) y las que son de PET (tereftalato de polietileno), pero en general pueden tardar más de cien en desaparecer.

Por su parte, las bolsas de plástico, por su mínimo espesor, pueden trasformarse más rápido que las botellas, sin embargo su descomposición puede tardar hasta 150 años.

Otro hueso duro de roer para la naturaleza son los zapatos. Hasta doscientos años pueden tardar en desaparecer. Debido a su confección en cuero, tela, goma y, en algunos casos, espumas sintéticas, los zapatos tienen varias etapas de degradación. Lo primero que desaparece son las partes de tela o cuero. Su interior no puede ser degradado: sólo se reduce.

La mayoría de las muñecas articuladas son de plástico, de los que más tardan en desintegrarse. Los rayos ultravioletas del sol sólo logran dividirlo en moléculas pequeñas. Ese proceso puede durar cientos trescientos años:, pero desaparecen de la faz de la Tierra.

Las pilas también son un dolor de cabeza para la naturaleza, pues más de mil años tardan en desaparecer. Mientras, las botellas de vidrio, en cualquiera de sus formatos, pueden durar hasta cuatro mil años. El vidrio es un objeto muy resistente, aunque es frágil porque con una simple caída puede quebrarse, para los componentes naturales del suelo es una tarea titánica transformarla. Formada por arena y carbonatos de sodio y de calcio, es reciclable en un 100%.

 Informe21.com

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