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Un hombre que llega en patera es más fuerte, con más ganas de luchar que otros. Arriba de una África que te obliga a mirar la vida con otros ojos. Se ve en su mirada de superviviente, tras jugarse la vida entre olas. Después de superar el Estrecho, Mohamed El Haddadi Arbrqui -1 de junio de 1966, Castillejos, Marruecos-, padre de Munir, el crack de 18 años del Barça, comenzó su luchar. Lo recuerda con la sencillez propia de quien bregó por cada instante suyo en este país. Un hombre duro y honesto que no calla. Cuenta sus verdades con la misma fortaleza como cuando se cortaba una mano en la cocina, se ponía una servilleta, esperaba que dejara de sangrar, y seguía. Ni un día de baja en el trabajo. Continúa viviendo en su mismo piso, con la misma austeridad. Descansa y vigila a la distancia a su hijo, un nuevo milagro de la Masía, que ya se estima vale 35 millones de euros. Dos generaciones, dos vidas, dos soñadores. Uno buscaba un futuro para su familia. El otro, su heredero, en el equipo de Messi, en pos de esa gloria que dan los goles.
-¿Cómo llegó a España Jaime [así le dicen los amigos, así le gusta que le llamen, se lo pusieron en el restaurante donde trabajaba]?
-Vine desde Castillejos. Llegué en patera... [lo cuenta por primera vez a un medio y muy pocas personas lo saben]. Tenía 18 años, era una barca que usábamos para la pesca. Nos arriesgamos y llegamos a Algeciras. No había mucho que temer y era buen nadador.
-¿Cuántos iban en la patera?
-Eramos 20.
-¿Qué hizo al llegar?
-De todo. Lo que me dejaran, no me podían contratar ya que no tenía papeles. Vendí en la calle, en los mercados... Escapaba de la Policía para que no me expulsaran.
-Desde Andalucía a Madrid, largo trayecto...
-Llegué hasta Bilbao, donde me quedé por cuatro años. Estaba en la feria vendiendo bisutería. En esa ciudad conocí la cocina vasca [un punto crucial en su devenir].
-¿Cuándo logró la tranquilidad?
-Fue en Boadilla. Empecé a trabajar en una jamonería.
-¿Vendía y cortaba jamón?
-Y todo lo que se necesitara: chorizo, queso... Fueron los dueños los que me hicieron los papeles...
Pausa. No quiere seguir hablando. Porque tanto el agente de su hijo como el Barcelona han prohibido dar entrevistas. Intentan gestionar mediáticamente la llegada de su hijo al primer equipo, quizás la mejor noticia tras los escándalos -dimisión de su presidente, fraude fiscal de sus máximas estrellas, imposibilidad de fichar jugadores...- que se suceden en contra del que hasta hace poco fuera un club pleno de alegrías. Y llegó el hijo de Mohamed. Munir -San Lorenzo de El Escorial, Madrid, 1 de septiembre de 1995- va haciendo honor a su nombre: «El que trae luz».
Es una de las grandes esperanzas de su equipo. Han fichado a un jugador de ascendencia marroquí, una de las comunidades inmigrantes más grandes de España, 800.000 personas, de las pocas que ha seguido en ascenso a pesar de la crisis. No sólo eso. Su religión es un factor integrador. Es musulmán y español. Nacido en Madrid es otro golpe de efecto contra el mayor enemigo del Barcelona. Hasta los 14 años, declarado forofo del Real Madrid. Sólo cuando su llegada a la Masía era inminente se dejó ver con la camiseta azulgrana. No es el primer caso así de una estrella. Balotelli, hincha acérrimo del Milán, jugó primero en su archirrival, el Inter.

Caza-talentos del Madrid

En esos tiempos su padre había logrado cambiar de vida. Se convirtió en un especialista en cocina vasca. Y lo fichó el chef euskaldún Iñaki Ongay, hoy dueño de Cul de Sac, en Pozuelo de Alarcón, Madrid. Lo colocó de jefe de los fogones. Parecía bendecido. «Nunca vi algo así. Él era el mejor parrillero que he tenido. Sazonaba mejor que yo», declara Ongay, que le dio trabajo por 14 años. El restaurador fue testigo y colaborador en la carrera de Munir. Le saca los colores a los cazadores de talentos del Madrid. «Les iba suplicando a todos que fueran a ver al chico, a los directivos se lo decía una y otra vez. Y es que, además, es forofo del club. Nunca vinieron», asegura a Crónica. El error es tan garrafal que, según distintas informaciones de diarios culés, por culpa del caso Munir ha habido gritos y despidos en el equipo merengue [en el Real Madrid confirman que «ha habido bajas en el equipo de ojeadores pero no por esta razón. Chicos así se escapan. Es inevitable»]
«Cuando llegó el Barcelona yo le recomendé que fuera para allá. Le tuvimos que explicar a Jaime, aquí le decimos así a Mohamed, qué era la Masía. Cuando lo supo se decidió. Yo incluso le acompañé para explicarle bien todo», afirma el chef. Lo narra con la emoción de quien ha ayudado a un hermano, de quien vio en el hijo de su cocinero al hijo futbolista que siempre quiso tener. «Entiendo que el chico pueda hacer lo que hace, que soporte la presión porque lo tiene en los genes. Su padre es fuerte como nadie. En todos los años que estuvo aquí conmigo nunca pidió un solo día de baja». Se ganaba palmo a palmo su salario de 1.700 euros netos.
Ahorrador, poco a poco se fue trayendo a sus siete hermanos. Hoy su hijo, a un día de cumplir 19 años, gana ya 150.000 euros cada 12 meses. Y por cada partido como profesional, como el de la semana pasada, 24.000 euros. Por 90 minutos de juego más que su padre en un año, quien ganaba 23.800 en ese lapso. Y eso sin la renovación de su contrato que será pronto actualizado para aumentar su cláusula de rescisión. Actualmente es de 12 millones de euros, muy baja y tentadora para otros clubes. Pasaría a 35 millones.
Mahmud, asistente de Mohamed y amigo íntimo de la familia, recuerda a Munir en el restaurante donde trabajaba papá. «Era muy tímido. Le teníamos que preguntar siempre qué quería, obligarle a elegir su helado, que era lo que le encantaba», dice. Timidez en la vida cotidiana, mas no en el campo. Allí parece un iluminado. Como cuando en el minuto 88, final de la UEFA Youth League, la Champions juvenil, contra el Benfica, vio al portero adelantado y desde antes de medio campo marcó el último gol: 3-0. Máximo anotador del torneo.
Tampoco es introvertido en las redes sociales. Hace morritos, cambia de peinado, exhibe sus conquistas. Lo corriente en un chico de su edad. Así de fresco como cuando debutó con el primer equipo del Barça. Marcó su gol iniciático en La Liga con 18 años y 357 días. Precoz y abrazado con Messi. Su padre le observaba con orgullo. El debut ha sido visto con enorme atención. Rob Hughes, un mito del periodismo deportivo, columnista de The International New York Times, escribió: «Munir El Haddadi entró en el equipo titular como si hubiera nacido para eso... Él aún no conoce el miedo o las cargas por tanta expectativa. Lleva el pelo como Neymar, pero es más un aprendiz de Messi».

Su 'pequeño marruecos'

Mohamed no olvida esos tiempos en que llegaba tarde al trabajo por llevar a su hijo a entrenar. Cuando decidió partir a Barcelona para cuidar a su pequeño. En 2011, Munir se mudó a la Masía. En un momento, decidió ir a ayudarle dejando su querido Galapagar, Madrid. Allí el clan El Hadadi es muy apreciado entre la comunidad islámica y él se siente arropado. Vive en una calle donde apenas hay negocios españoles. Es como un pequeño Marruecos, donde hasta en el taller de coches se habla árabe. En la misma calle: carnicería, verdulería, peluquería, locutorio...
-¿Se mudó a Barcelona?
-Cuatro meses. No me gustó.
-¿Por qué?
-Por el catalán. ¿Esto es España o qué? -hace mutis de nuevo. Por cumplir el pacto hablamos sólo de su historia formidable de superación. De cómo sigue una vida honesta, simple, de trabajador constante que hoy descansa gracias a su hijo. Pero lo del catalán lo dice rotundo, con la frustración que sufrió por no estar con su amado Munir.
Jaime no tiene facilidad para los idiomas, a pesar de llevar desde los 18 años en España, con 47, aún tiene un fuerte acento. Le pasó algo similar a la familia de Messi. «Cuando mi hermanita iba a la escuela hablaban en catalán, lloraba y no le gustaba. Entonces, mi vieja decidió volver a Rosario con ella y mis hermanos para que siguiera la escuela allá», declaró a medios argentinos. Como Lionel, Munir entiende la lengua de Pla. Respeta el catalán. No necesita traductor. Responde en español.
Mohamed El Hadadi, a pesar del éxito de su hijo, no ha cambiado. Pancho, funcionario, vecino suyo, recuerda que «aunque no lo crea nadie, no se ha comprado nada ostentoso, vive como antes, de alquiler». «Allí, en su pisito de 70 m2 han vivido hasta 14 personas. Ayudaba a todo el mundo», recuerda su buen amigo Mahmud. Su ex jefe Iñaki Ongay rememora: «Siempre me pedía las sobras para llevárselas a una pareja que pasaba hambre en un descampado».
«Su mujer le controla para que no fume. No bebe. Es muy estricto con su religión y solo tiene ese exceso. Por eso unicamente le da 10 euros al día para su Marlboro». Pillamos en la piscina a Zaida, la esposa de Mohamed y madre de Munir. Nacida en Melilla, es otra luchadora, trabajó limpiando platos en un restaurante, de lo que les diera dinero. Hoy cuida a los tres hermanos de Munir. Es de pocas palabras, aún menos que su marido: «Sobre mi hijo sólo te puedo decir que estamos contentos. Orgullosos. Que te puedo decir, son los ojos de su familia». Justamente de la familia materna ha heredado Munir sus iris claros.
-Son de la hermana de mi mujer -asegura Mohamed, el chico que llegó en patera desde Castillejos. Veo a la hermana de su mujer y es cierto. Con el hiyab destaca su mirada turquesa. Todas las chicas que salen de su piso lo usan.
Munir se prepara para el partido de hoy. Marruecos lo quiere en su selección. Qatar también lo desea para su mundial y ofrece millones. Esta semana ha sido convocado para la selección española Sub-21... Su padre le visita para celebrar su cumpleaños juntos. Munir dedicó su primer gol a «su familia». A papá.


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