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 Ejercicio físico, mantener una ingesta equilibrada de alimentos y no hacer caso de las llamadas dietas milagro que prometen perder una gran cantidad de peso en poco tiempo son los tres pilares básicos que debe respetar cualquier persona que desee eliminar esos kilos de másque acomplejan a la hora de ponerse el bañador.
Sin embargo, cuando se trata de adelgazar más de cien kilos, las soluciones tienen que ser mucho más drásticas. O, al menos, eso fue lo que pensaron los médicos que, en 1973, decidieron tratar a un joven escocés de 27 años identificado como A.B. y que pesaba 207 kilos.
Según podemos leer en el blog «República Insólita», A.B. se había propuesto alcanzar su peso ideal lo antes posible, lo que implicaba adelgazar más de cien kilos. Por ello, decidió participar en un estudio realizado por el Departamento de Medicina de la Universidad de Dundee, que estaba experimentando acerca de la capacidad del cuerpo humano para sobrevivir sin ingerir ningún tipo de alimento.
En aquel entonces, los científicos habían demostrado que a la hora de perder peso los periodos cortos de ayuno podrían ser beneficiosos siempre que no superasen los cuarenta días sin probar bocado. Una vez que se rebasaba ese límite, el riesgo de sufrir complicaciones era mayor. No obstante, cuando los investigadores comenzaron a trabajar con A.B., comprobaron que su cuerpo era capaz de soportar el ayuno mucho mejor que el resto de las personas, por lo que decidieron ir un paso más allá hasta encontrar su límite.
Así, el paciente estuvo sin llevarse nada a la boca durante 382 días. Supervisado en todo momento por los investigadores, logró estar un año y 17 días sin comer absolutamente nada. Para evitar cualquier riesgo A.B. fue sometido a todo tipo de chequeos y análisis regularmente, además de recibir suplementos de potasio y sodio en la fase final del proceso. Y, por increíble que parezca, todo salió bien.
A.B., que poco después de publicarse los resultados del estudio entraría en el Libro Guinness de los Récords por esta hazaña, tan solo tuvo que enfrentarse a unos pequeños efectos secundarios derivados del ayuno, como que sus visitas al baño pasaron de ser diarias a producirse en un intervalo de entre 37 y 48 días. En cualquier caso, gracias a este insólito y extremo experimento, A.B, logró perder 125 kilos, pasando de los 207 iniciales a tan solo 82 en poco más de un año.
Unos resultados increíbles, aunque ante un periodo de ayuno tan prolongado, quizá sería mejor optar por un método más tradicional, pero que asegure un menor sufrimiento.
Fuente: abc.es

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