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El orgasmo, o la petite mort, ha sido uno de los fenómenos más polémicos y buscados a lo largo de la Historia. De acuerdo con Marvin Harris, autor de Nuestra Especie, “De no ser por el carácter intermitente del placer orgásmico, los apetitos sexuales se interpondrían fácilmente a otras pulsiones y apetitos vitales, convirtiéndonos en auténticos ‘yonquis’ del sexo. La selección natural ha hecho de la sobriedad la norma y de la euforia la excepción.”
Es así que, por su atracción adictiva, el sexo ha sido un fenómeno tan controvertido en gran parte del mundo. Reprimido y expulsado de las pulsiones humanas, esta actividad adquirió una vitalidad morbosa, donde el placer y el dolor se funden en un indescriptible final. Ya sea por un gusto individual o en pareja, esta actividad física y emocional se relaciona con cuantiosos beneficios de salubridad.

Como lo menciona el psicólogo y profesor de la Universidad Rutgers, Barry Komisaruk, existe una asombrosa correlación entre el orgasmo y la disminución del dolor. Después de haber analizado la actividad cerebral femenina durante un orgasmo, define al orgasmo femenino como: “[U]n atardecer. Cada región de sus cerebros se inflama al cenit de su climax.”

Aunque inició con su investigación con hormonas y palomas, este neurocientífico del comportamiento se dedicó a analizar la manera en que las neuronas producían la capacidad de la consciencia, en que tomábamos consciencia de los hechos. Para lograrlo, estudió cómo la producción de las hormonas estimula el comportamiento, y viceversa. Eventualmente, su trabajo se derivó a hechos relacionados con las mujeres, el placer y el dolor, con el fin de ayudar a las personas con alguna patología sexual.

Cuando estudió en James Olds, estuvo al tanto del análisis neuronal de las ratas a través de estimulación física. La prueba era sencilla: al picarle un poco en sus patas, las ratas respondían, en reflejo, quitando su pata del estímulo. Cuando Komisaruk insertó un pequeño dildo de vidrio en la vagina de una rata, ésta se inmovilizó y se colocó en una postura de apareamiento; por lo que, cuando le pinchaba la pata durante la estimulación vaginal, la respuesta de dolor no ocurría.

Tiempo después, en la década de los 80, Komisaruk escuchó el descubrimiento de Beverly Whipple, el famoso punto G, y la eyaculación femenina. Razón por la cual, el neurocientífico invitó a Whipple a estudiar la manera en que la estimulación vaginal bloquea el dolor en las mujeres.

Las primeras pruebas eran acerca de cómo el dolor se alteraba cuando la mujer se estimulaba a través de la vagina. El objetivo era descubrir cuáles eran los nervios involucrados en el proceso, descubriendo que esta actividad individual aminoraba, al doble, la sensación de dolor en la mujer.

Tiempo después, cuando decidieron trabajar en casos de mujeres con lesiones en la espina dorsal, descubrieron que la vagina y el cervix retenían la sensación de dolor en todos los niveles; e incluso, llegar a sentir placer en áreas donde se ausentaba cualquier reflejo de estímulo.

Esta investigación refutaba directamente el trabajo de Alfred Kinsey, autor de Sexual Behavior In The Human Female (1953), quien afirmaba que el cervix y las paredes vaginales son un órgano sexual completamente insensible; por lo que, la satisfacción que se pueda obtener de la penetración vaginal debe depender en un mecanismo fuera de las paredes vaginales. E incluso, se demostró que estas mujeres con insensibilidad debajo de la cadera no sólo experimentaban placer (y un posible orgasmo) a través de una estimulación vagino-cervical, sino también a través de una estimulación en regiones no genitales, como el cuello, orejas y otras partes sensibles del cuerpo.

De acuerdo con Komisaruk:
Hemos trabajado la relación básica entre el sistema genital y el cerebro, donde el sistema genital siempre está representado en el cerebro tanto de hombres como mujeres. Actualmente nos estamos enfocando en el dolor genital y en un número de patologías genitales estresantes. En cuanto empecemos a comprender lo básico, comenzaremos a comprender las patologías y la manera en que deben tratarse. […] Hay problemas del orgasmo. hay síndromes de dolor, anorgasmia, trastorno del deseo, represión sexual causada por antidepresivos, culpabilidad por un orgasmo; y nadie tiene la completa noción de qué es lo causa esta situación ni por qué la adquirimos. […] Si se comprende la manera en que el sistema genital llega al cerebro, podríamos entender las patologías y el bloqueo que implican. Hacia allá nos dirigimos. Una vez que lo comprendamos el proceso natural, podremos entender la patología y cómo tratarla. 

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