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El afán de comprar, el deseo compulsivo de obtener bienes, artículos o ser el primero en probarlo o tenerlo, es una realidad constante en las sociedades modernas. Puerto Rico no es la excepción.

Así, ese excesivo consumo de productos ha creado una población extremadamente competitiva, que quiere tener lo último de la moda, de la tecnología, el mejor auto, vivir en la mejor urbanización y tener la mayor cantidad de comodidades, entre muchos otros anhelos.
De hecho, es lo que “venden” muchas campañas publicitarias dirigidas a la psiquis del consumidor para convencerlo a que adquiera todo tipo de productos, aun cuando sean absolutamente innecesarios.
“Tiene mucho que ver con el mercadeo, con los anuncios para vender algo. Vivimos en una cultura de consumo”, advierte el psicólogo clínico Luis Caraballo, profesor del Departamento de Psiquiatría del Recinto de Ciencias Médicas. A eso suma, agrega, que en el País tampoco tenemos una cultura de ahorro.
Mientras que, a nivel psicológico, dice que mucha gente compra para sentirse bien. “Es como una forma de recompensa para cubrir otras necesidades. Pasa lo mismo con las adicciones”, explica el psicólogo, quien destaca que el proceso de salir a comprar y visualizar lo que van a hacer, es lo que les produce bienestar a la persona.
Y no importa que la economía esté en picada, que el país esté pasando por una recesión y que muchas personas hayan perdido su empleo, la realidad es que ese afán por comprar no tiene en cuenta esa realidad.
“Compran con el dinero que no tienen porque la recompensa de ese acto los hace sentir bien psicológicamente, aunque después se den cuenta que están en problemas y se sienten mal de haberlo hecho”, agrega Caraballo, tras señalar que a nivel social hay muchas cosas que refuerzan estas conductas.
Entre ellas, menciona las redes sociales y cómo provoca que la gente no solo compre, sino que también necesite que los demás lo sepan.
Conducta incontrolable
Pero también se debe tener en cuenta, advierte Caraballo, que es una conducta que se puede salir de control y convertirte en un comprador compulsivo.
“Y como en cualquier adicción, usas estrategias para seguir con la conducta”, agrega el psicólogo, al tiempo que recomienda buscar ayuda profesional para determinar qué provoca esa obsesión por comprar y qué estás tratando de compensar.
En ese sentido, el coach de vida, José L. Díaz de Villegas Freyre, propone relacionarse con la persona, sin prejuicio “y partir desde los valores y las metas del cliente”.
“Así que lo primero que haría sería averiguar si este comportamiento está alineado con los resultados que la persona desea en su vida. Todo comienza con las preguntas ¿qué quiero? y ¿por qué? Si el comportamiento resultara ser un impedimento para vivir la vida que desea, entonces trabajaríamos juntos para buscar maneras personalizadas de cambiar. Pero esto solo funciona si la motivación sale de la persona”, sostiene el consejero.
Precisamente, dice que ante cualquier comportamiento nuestro debemos preguntarnos ¿por qué? y ¿cuál es el propósito?.
“Muchas personas tienen una idea difusa de sus valores y metas. Una vez tengamos eso bien claro podemos trabajar con la resistencia interna que tenemos al cambio. Cualquier comportamiento que no te lleva hacia hacer real lo que verdaderamente valoras y deseas, es un escape. La buena noticia es que hay maneras de cambiar si existe el compromiso”, afirma Díaz de Villegas Freyre, mientras enfatiza que el deseo de cambiar tiene que salir de la persona.
“Presumiendo que el comportamiento le esté causando problemas y que pida ayuda, le preguntaría cuál es su gran juego en la vida ahora mismo y cuál es el resultado que busca. Identificaríamos retos internos y externos y maneras de superarlos para aprender de ellos. Según lo que se averigüe, juntos diseñaríamos un plan de juego ganable con objetivos claros y acciones habituales que nos lleven a la meta”, propone el coach.
No obstante, el psicólogo Caraballo también advierte que muchas veces es un poco difícil que la persona acepte que su comportamiento no es correcto. Más que nada, porque no tiene consciencia de que lo que está haciendo está mal.
Por eso cree en la importancia de tratar que la persona entienda que tiene una conducta compulsiva que lo afecta económica y socialmente, al igual que a la familia inmediata y que eso le está causando problemas.
“En esos casos es importante que alguien cercano a esa persona se siente y tenga una conversación, no echando culpas, pero sí planteando lo que está pasando. Es importante que pueda ver cuál es el impacto y que entienda la importancia de buscar ayuda”, recomienda Caraballo.

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