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1. No hay dos bebés iguales. 
2. No hay recetas mágicas. 
3. No hay una sola manera de hacer las cosas. 
4. No hay una manera buena y otra mala.
5. Hay cosas que sirven para calmar a un bebé pero que irritan a otro.
6. El mejor consejo puede generar los efectos menos deseados. 


Estos seis principios o advertencias son los que las psicólogas especialistas en la primera infancia, Alicia Oiberman y Andrea Mercado proponen tener en cuenta antes de leer su libro “Nacer, jugar y pensar” (Lugar Editorial). Una guía para acompañar a los bebés, como ellas mismas la definen.

Es un libro sencillo, pero completo que entrega datos interesantes para cumplir el sueño de ser los mejores padres y aprender sobre el paternaje y maternaje. Un concepto psicológico que usan para definir la actitud parental y los procesos psicoafectivos especiales para comprender las necesidades del bebé y saber cómo tratarlas adecuadamente. 

Para comprender los conceptos y tomarlos en cuenta, en cada una de las lecciones en el libro, incluyen notas para saber cómo desarrollar las capacidades para ponerse en el lugar del bebé, darse cuenta de lo que el bebé necesita o cómo estimular y calmar al bebé. En fin, los consejos necesarios para descubrir qué hacer con un bebé sin desesperarse. 

Cada capítulo, que va por meses, explica lo qué puede hacer el hijo o hija en las áreas del lenguaje, sociales, coordinación, motora e inteligencia práctica. Además, qué puede aprender, a qué puede jugar y lo que es placentero y peligroso para ellos. 

Es que para ellas es necesario aprender a ser padres, ya que nadie sabe cómo serlo. Su principal argumento es que niegan que exista el instinto materno. 

“Esa creencia es un acto de violencia contra la mujer, que equivale a privarla de su derecho a aprender, preguntar y ser asistida. Y también, es un hecho discriminatorio en contra del hombre, ya que supone que ellos no sería tan eficientes como ellas en la crianza”, explican las psicólogas que son de nacionalidad argentina.

La consecuencia de esta creencia generalizada, dicen, es que las mujeres se ven forzadas a ‘hacer como que saben’ y los hombres tienden a sentirse excluidos de la crianza. Entonces, para que eso no suceda, proponen aceptar que nadie nace programado y permitir que cada uno se comprometa con sus propias dudas y se anime siempre a preguntar, aprender y desplegar sus propios recursos. 

“Ayudamos a que cada papá y mamá baje el volumen de su voz para que pueda escuchar la voz del bebé, su sabiduría y descubrir, que cada uno fue un bebé y que guarda una memoria silenciosa escondida en los rincones del cuerpo, el mismo que fue acariciado por nuestros padres”, declaran.

El libro es una de las “novedades” que estrena el Café-Librería Lapsus que se destaca por traer libros especializados en psicología directamente de Argentina a menores precios. 

Los consejos por etapa

Los fetos: Aprenden la diferencia entre un estímulo repetido y uno nuevo. Diferencian cuando la madre se dirige a él y cuando habla con otra persona. Prefieren voces agudas a las graves y ante todo a la voz de su madre. Reconoce las emociones del adulto, prefiere la alegría a la tristeza o al enojo. 

Primeras semanas: El bebé va a responder con su propio cuerpo a las señales de los adultos, especialmente las que emite la madre o el cuidador. Esas señales son parte de una comunicación no verbal, no dirigida y expresiva. Los recién nacidos manifiestan sus necesidades mediante expresiones de malestar generalizado que garantizan la imprescindible respuesta de los padres. 

Primer trimestre: Si durante el embarazo escuchaba un fragmento musical, puede reconocer y llegar a calmarse al volver a escucharlo fuera de la panza. Reconoce las emociones de los adultos. Al levantarlo en brazos es preciso alternar a derecha e izquierda para que movilice la cabeza en ambos lados. 

Segundo trimestre: Comienzan su verdadera actividad inteligente, al notar el movimiento de un objeto lo acerca su mano, lo golpea y observa movimientos, pero todavía no sabe por qué y cómo se mueven los objetos. Más exigente con la presencia de la madre, no le gusta estar solo. Basta solo que la escuche desde lejos. No dejar al bebé frente al TV porque lo hipnotiza, no los calma. Al sexto mes le gustará más aprender a jugar. 

Tercer trimestre: Comienza a “saber” que puede lograr un resultado con su actividad práctica, y reconoce cómo hacerlo, intencionalidad en sus acciones. Es bueno que aprenda pero no hay que exigirle. Encuentra objetos escondidos, levanta servilleta o papel. Juega con juguetes sonoros y colores brillantes. Tira objetos y los mira caer para explorar el espacio, gravedad y tiempo. Aparece la angustia de los 8 meses por las noches, solo hablarle y acariciarlo para tranquilizarlo sin levantarlo de la cuna. Sirve jugar a las escondidas durante el día para superar su preocupación de que su madre lo “abandone”. Sabrá que es momentáneo. 

Cuarto trimestre: Buscan aprobación de los demás. Puede comenzar a comer solo. Deje que su hijo juegue a ser papá o mamá para que en el futuro se pueda relacionar mejor con sus hijos. 

Dos años: Le gustan los juguetes para construir junto a sus papás. No es beneficioso el castigo físico aunque sea leve, ya que aprende a pegar y su conducta empeora. Jamás utilizar amenazas o incrementar su miedo para que haga caso. Cuando se le diga NO a algo, hay que explicarle lo que sí puede hacerse. Querrá dominar. Es una etapa de rabietas y oposición. 

Tres años: Su pensamiento es egocéntrico, animista y artificialista, es decir, les atribuyen vida a los objetos inanimados y piensa que las cosas del mundo han sido construidas por el hombre, como el sol, ríos, árboles. No olvidar seguir poniendo límites. Estos otorgan sentimientos de contención y protección y los chicos se vuelven responsables de sus actos. Deben estar acompañados de una explicación que lo invite a reflexionar sobre lo que hizo mal y por qué.

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